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Arte y fe
Estimado visitante, bienvenido a Bilbao y en especial a la iglesia de San José de la Montaña. Es un templo centenario perteneciente a la Orden Agustiniana y levantado gracias a la profunda fe de las gentes de esta villa. Desde su fundación ha sido visitado tanto por sus parroquianos como por viajeros, comerciantes y hoy, turistas, en busca de momentos de recogimiento, oración y el consejo espiritual de los padres Agustinos.
Te contaremos un poco de historia antes de profundizar en este lugar lleno de arte y espiritualidad. La presencia de la Orden de San Agustín en la villa de Bilbao data del año 1515 con la edificación de un convento en el solar donde se levanta el actual ayuntamiento bilbaino. Más de cuatro siglos se prolongó la estancia de los Agustinos en Bilbao. Fue en el año 1836 con motivo del estallido de la Primera Guerra Carlista cuando la comunidad agustina tuvo que abandonar la villa. La situación estratégica del edificio conventual lo convirtió en centro neurálgico para la defensa de Bilbao, acabando en ruinas y ocasionando la salida de los Agustinos.
Pero no pasaron muchos años para su retorno. En enero de 1900, el Obispo concedió permiso para que los Padres Agustinos pudieran regresar a Bilbao, ocupando primero un piso con capilla semipública. La comunidad en poco tiempo fue creciendo e involucrándose en la vida social y espiritual de los habitantes de la villa. Por todo ello, se proyectó levantar un templo y residencia. En 1905 se adquirieron los terrenos para su construcción gracias a las donaciones numerosos miembros de la sociedad bilbaina. El proyecto de la nueva iglesia fue encargado en 1906 a José María Basterra y fue llevado a cabo siguiendo el estilo neomedieval muy del gusto de la época. Por diversas circunstancias, no se comenzó a edificar hasta 1909 y se inauguró el 17 de abril de 1918, festividad del Patrocinio de San José.
El prestigioso arquitecto vasco sacó el máximo partido al singular emplazamiento para llevar a cabo un espléndido templo de fuerte tensión vertical en conformidad con la propuesta neomedieval. La torre, levantada entre 1930 y 1932, en primer término a modo de mascarón de proa del buque del templo que se despliega hacia el fondo conformado por tres elementos escalonados. La cabecera más elevada y sustentada con arbotantes. El crucero de volumen transversal con su disposición contrarresta la fuerza ascendente de la ya mencionada torre, favoreciendo así el equilibrio compositivo.
“Somos, en efecto, todos a la vez y cada uno en particular, templos suyos, ya que se digna morar en la concordia de todos y en cada uno en particular”
San Agustín. "La Ciudad de Dios" 10, 3, 2
“El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”
San Juan 3, 5
Crucemos el umbral que da acceso al recinto sacro. Nos hallamos en el bajo coro. Comencemos nuestra visita dirigiéndonos a la nave de la Epístola situada a la derecha de la entrada principal. Aquí se encuentra la pila bautismal y una delicada pintura que corresponde al “Bautismo de Jesucristo en aguas del río Jordán”. La figura de Jesús, alineada con la paloma que representa al Espíritu Santo, ocupa el centro y constituye el eje de la composición, mientras que, a los lados, San Juan Bautista y cuatro apóstoles completan la escena. El Bautismo es el fundamento de toda vida cristiana, pórtico de la vida en el Espíritu y puerta de acceso al resto de sacramentos. Por el Bautismo que aquí se recibe, somos liberados del pecado, llegando a ser miembros de Cristo e incorporados a su Iglesia.
A continuación, se encuentra el retablo dedicado a San José, cuya figura con el Niño Jesús ocupa el nicho central, flanqueada por dos relieves con escenas de su vida, “La muerte de San José, acompañado con Jesús” y “Los desposorios de la Virgen María y San José”.
Seguidamente, descubrimos la efigie de San Nicolás de Tolentino consolando a las almas del purgatorio, de las que es patrono e intercesor. A su vez, es el primer santo de la Orden agustiniana.
De mayores dimensiones, la capilla contigua está consagrada a Santa Rita de Casia. Esta santa agustiniana es una de las figuras más populares de la Iglesia Católica, conocida como la Santa de los Imposibles y abogada de las causas perdidas.
Como habrás observado, en los muros DELANTEROS del templo se encuentran los relieves de las catorce estaciones del VIA CRUCIS. En muchas ocasiones parece que el acompañamiento a Jesús en su Pasión y Muerte termina en el sepulcro, olvidando que la Cruz no es una derrota, sino la antesala del triunfo definitivo sobre la muerte que llegará con su Resurrección. VIA LUCIS
“José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”
San Mateo 1, 20
Llegamos a la cabecera del templo, donde está el retablo mayor y a sus lados, dos retablos de similar factura. El retablo situado en la cabecera de esta nave derecha está dedicado a San Agustín. Agustín nació en Tagaste -actual Argelia- en el año 354 y murió en Hipona el 28 de agosto del 430. Después de una azarosa vida, llegó su conversión gracias a las suplicas de su madre Santa Mónica. Fue un insigne teólogo, filósofo y obispo, y considerado uno de los más grandes Padres de la Iglesia. Los relieves de dos insignes santos agustinos, San Juan de Sahagún y Santo Tomás de Villanueva escoltan la talla de “El Doctor de la Gracia”.
“Tal es la gracia que gratuitamente se da, no por méritos del que obra, sino por la misericordia del que la otorga”
San Agustín. Carta 140, 19, 48
Llegamos a los pies del altar, en cuyo ábside se encuentra el retablo mayor. En su hornacina central podemos contemplar una delicada talla de Cristo Crucificado flanqueada por las bellas imágenes del Inmaculado Corazón de María y del Sagrado Corazón de Jesús. Coronando el conjunto se halla la efigie de San José de la Montaña, quien sostiene amorosamente al Niño Jesús entre sus brazos y porta un cayado florido, a cuya advocación está consagrado el templo.
En la cabecera de la nave del Evangelio, situado a la izquierda del retablo mayor, podemos ver un retablo de marcado acento agustiniano. Se trata del retablo de Nuestra Señora de la Consolación, advocación mariana patrona de la Orden de San Agustín, cuya festividad se celebra el 4 de septiembre. La Virgen María es representada como Reina del Cielo. De pie sobre nubes y rodeada de ángeles, es trono para su Hijo. A ambos lados advertimos los relieves de San Agustín y su madre Santa Mónica arrodillados en actitud de plegaria ante la Madre de Dios. En la parte inferior del conjunto, parece pasar inadvertido el mayor tesoro que podemos encontrar en este templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo Vivo nos ha salvado y redimido con su sangre, regalándonos gratuitamente la vida eterna.
Proseguimos nuestra visita dirigiéndonos hacia la parte posterior del templo por la nave del Evangelio. En ella, se encuentra la capilla dedicada a la Virgen del Pilar, patrona de Zaragoza.
A continuación, descubrimos la sencilla talla del Santo Cristo que goza de gran devoción popular. En todo el mundo católico es común la veneración al Crucificado. El pueblo sabe que su Fe está anclada en una cruz y que en ella, Jesús nos libró del pecado y de la muerte dando su vida por nosotros.
Igual devoción tienen las efigies sitas en las capillas contiguas y pertenecientes a la Cofradía Penitencial del Apóstol Santiago. Se trata de las tallas de la Virgen de La Esperanza y Nuestro Padre Jesús del Amor, un Cristo Resucitado que nos muestra sus llagas salvadoras. Ambas imágenes procesionan el Sábado Santo dentro de la Semana Santa bilbaina.
En el último recodo se halla la imagen de San Antonio de Padua, uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos.
Esperamos que tu visita haya sido grata. Antes de abandonar el templo, te invitamos a tener unos momentos de recogimiento y oración, acompañar y adorar al Señor en su presencia eucarística en el Sagrario. También puedes sentarte en silencio ante la acogedora presencia de San José meditando su vida de entrega, humildad y sencillez. Ponemos a tu disposición algunas oraciones que quizás te ayuden en estos momentos. Del mismo modo, gracias a los diversos enlaces del texto, puedes profundizar en la vida de los Santos situados en los retablos del templo.
Oración a San Agustín
“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera: brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y siento hambre y sed de ti; me tocaste y me abrasé en tu paz.” «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
Oración a Santa Rita
Bajo el peso del dolor, a ti, querida Santa Rita, yo recurro confiado en ser escuchado. Libera, te ruego, mi pobre corazón de las angustias que lo oprimen y devuelve la calma a mi espíritu, lleno de preocupaciones. Tú que fuiste elegida por Dios como abogada de los casos más desesperados, obtén la gracia que ardientemente te pido (pedir la gracia que se desea).
Si mis culpas son un obstáculo para el cumplimiento de mis deseos, obtenme de Dios la gracia del arrepentimiento y del perdón mediante una sincera confesión. No permitas que durante más tiempo yo derrame lágrimas de amargura. Oh santa de la espina y de la rosa, premia mi gran esperanza en ti, y en todas partes daré a conocer tu misericordia con las almas afligidas. Amén.
Oración a San Nicolás de Tolentino
Oh glorioso intercesor de las almas del purgatorio San Nicolás de Tolentino, Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que, saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén.
Oración a San José
Oh Glorioso Patriarca San José heme aquí postrado de rodillas ante vuestra presencia para pediros vuestra protección. Desde ya os elijo como a mi padre protector y guía. Bajo vuestro amparo pongo mi cuerpo y mi alma propiedad vida y salud. Aceptadme como hijo vuestro. Preservadme de todos los peligros asechanzas y lazos del enemigo. Asistidme en todo momento y ante todo en la hora de mi muerte. Amén.
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